Es caer en el mismo error que caen aquellos superficiales
que tanto criticas. Es mirar en menos a los demás, separarte del grupo, y al
mismo tiempo menospreciarte a ti, en tanto sigues componiéndolo.
Dejaste toda la poética de lado. El éxtasis del orgasmo
ahora es sólo una paja más, acompañado –incluso con alguien que no te gusta– o
solo, y más solo que mal acompañado. Porque tampoco es que hayas logrado
acostarte con todo Santiago. El punto es que no es un berrinche de vieja
cartucha lo que está sucediendo acá, sino que más bien es un “abre lo ojos,
hueón tonto”. Porque ahora te sientes tan –o más– vacío que antes. Y te
carcomía la conciencia cuando venías en el auto del tipo, haciendo como que
mirabas los cerros verdecitos y las nubes espumosas del Santiago recién
llovido. Te picaban todos los bichitos de la culpabilidad cuando te diste
cuenta que de nuevo es lo mismo, de nuevo no te das cuenta que las canciones terminan
antes de que puedas empezar a cantarlas. Y los minutos se aceleran, y las voces
de la gente también. Relatividad dijo Einstein: “cinco minutos frente a la
chimenea pueden parecer una hora; y una hora con la chica que amas pueden
parecer cinco minutos”. ¿Fueron cinco minutos?, te preguntai’. No. Fueron más,
porque no la amas. Esta chica te acongoja, te hace correr. Te aprieta para que
salgas por tus propios recovecos.
Sentir sus miembros enormes te excitó en el momento. La idea
era sentir calor ajeno. Y cuando te diste cuenta que estabas cansado, que ya no
querías seguir besándolo, ni chupándole el pene, ni tampoco pasándole la lengua
por el cuerpo, entonces te aburriste. Y el vacío volvió “en el momento menos
indicado”. Así y todo, seguiste. Porque tenías que, porque era tu deber.
Pasando y pasando.
Y por eso ahora estás como estás. Sintiéndote vacía.
Ultrajada. Mirando porno para lograr entender ese vínculo que une a dos
personas en el sexo y que los lleva a besarse, mirarse, ser uno con la mirada,
tal y como lo era antes para ti –como si dos actores porno pudieran explicarte
lo que significa el amor–. Antes de que empezaras a acostarte con todo el
mundo. Pero insisto, no es un berrinche de vieja cartucha. Yo sólo estoy
intentando hacer que tú abrai’ los ojos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario